18 de enero, 2025
Mientras todo el mundo parece obsesionado con la “manifestación”, a mí me interesa más el fenómeno de la remanifestación. Esa espiral eterna en la que el practicante draconiano desea descender con vehemencia, como un deseo profundo que no puede evitar. Lo más curioso es que esta llega realmente sin que te des cuenta, sin necesidad de ser el mago más negro de la comarca.
A mí, después de un periodo de cansancio existencial, una especie de crisis psíquica y su respectivo descanso, me llegó como una certeza contundente e inevitable. Ni siquiera lo esperaba. Muchas veces me olvido del Fafnir que observa desde las oscuridades de mi subconsciente por mi propia voluntad. La mayoría de las veces me siento como si me faltara muchísimo para merecer algo como una remanifestación. ¿Qué he construido que sea digno de ser arrasado por el granizo? ¿Qué ha de limpiar la Rûna en estas tierras donde parece que apenas hay brotes? Y, sin embargo, aquí estamos: en un punto donde lo que escribí hace apenas unos meses no parece útil para el yo que soy en este momento.
Al enfrentar la idea de la remanifestación, me encuentro con un cúmulo de ideas que se acumulan en mi mente, ya no solo en el ámbito de la práctica mágica, sino en todos los sentidos y aspectos de mi vida. Pero hay un tema que destaca, uno que me parece especialmente llamativo: la religión. Esa curiosa y casi incómoda idea de llamarme a mí mismo un religioso.
Todavía no me siento del todo cómodo con esa etiqueta. Sin embargo, al analizarlo más a fondo, llego a la conclusión de que mi rechazo no es otra cosa que un implante del parásito social que llevamos dentro. Todo ser humano existe en varios niveles de manifestación de la realidad. Como seres capaces de crear omnijetos simbólicos que conectan lo objetivo con nuestra subjetividad, es normal que existamos dentro de varias realidades al mismo tiempo. Para mayor entendimiento, te invito a leer el artículo Omnijetividad en el blog Bosque Zurdo.
Soy un humano. Al mismo tiempo, soy un hombre. Y nací en México. Y me identifiqué como racional e intelectual. Y, así como los hombres “no usan faldas” y los mexicanos “son patriotas” (sesgos en los que trabajo), los intelectuales “no son religiosos”. Y es desde este tipo de prejuicios, erróneos pero casi arquetípicos, que se crea un “problema de la religión”.
Porque, claro, el problema es que la religión, al menos desde el sesgo occidental banalizado, se entiende como una mutación o variación del dogma judeocristiano. Y entonces, el intelectual suele estar en contra de la religión, incluso si muchas veces guarda una duda filosófica sobre la posible existencia de Dios, o de algún principio superior.
Sobre todo, este problema se palpa en redes sociales, donde abundan los sabios de sofá que, a base de pedantes fracesitas descontextualizadas, buscan convencer a los demás de su genialidad. Fanatismos de todo tipo: cristianos, satánicos, ateos, paganos… Ninguna corriente se salva. Todos recurren al viejo truco del “esto no es una religión, es un camino espiritual”, o alguna maroma mental en la que todos, en algún momento, nos hemos apoyado para negar que somos religiosos.
“No, es que el taoísmo no es una religión porque…”
“No, es que es un proceso científico…”
“No, es que no adoramos a un dios…”
Y, sin embargo, basta con entender la palabra en toda su magnitud. Citando al Diccionario del Español de México (DEM), que es un poco menos pedante que la tiránica RAE, encontramos que:
religión
s. f. Conjunto coherente de creencias que un grupo de personas tiene acerca de la divinidad (de un Dios o de varios dioses) y de la relación de dependencia que lo une a ella, o de lo sagrado en general y del lugar que ocupa el género humano en el orden universal, y sistema de dogmas, preceptos y prácticas culturales y tradicionales que observa para rendirle culto, para normar su vida, relacionarse con otros hombres, con la naturaleza, etc.: religiones politeístas, una religión monoteísta, religiones prehispánicas, la religión judía, la religión católica, religión protestante, religión budista, religiones animistas, religiones totémicas, “Su religión no se lo permite”.
Es fácil ver cuántas cosas dejamos de lado cuando nos ponemos en este plan de que lo que hacemos “no es una religión”. Basta con mirar cualquier práctica que apunte al desarrollo espiritual, incluso si entendemos “espíritu” desde una concepción material y psíquica.
En mi caso, es un poco raro pensar en el escozor que me da la idea de religión cuando recuerdo que dentro del propio sistema draconiano del maestro Kelly existe el concepto de sacerdocio negro.
Y entonces, el verdadero conflicto no es mío, sino de la imagen social con la que me he visto identificado. Este es uno de los tabúes que muchos de nosotros, quienes transitamos un camino espiritual antinómico, debemos enfrentar desde un nivel más racional.
Aunque puede que haya sido un proceso interno, haciendo justicia a la remanifestación, he de aceptar que esta reflexión aparece en mi cabeza como un golpe de inspiración. Así que debo admitir que es verdad: soy un religioso. Más egoteísta que panteísta, pero un camino religioso al fin y al cabo. Y aunque se siente raro, debo decir que este es mi camino y lo acepto. Esto, con lo poco espectacular que parezca, es lo que entiendo por remanifestación.
Espero que la reflexión le sea de interés a alguien. Si quieres añadir algo, eres más que bienvenido a hacerlo. Cualquier cosa que aporte es bienvenida.
Sin más, les recuerdo que soy Skoggangr y este espacio es producto de mi voluntad.
¡Reyn til Rûna!