07 de marzo del 2025
En las noches cuando hago mi diario personal suelo tener una pequeña sección de agradecimiento. Este agradecimiento no es a ningún dios o entidad superior, sino a mí mismo, porque todo lo que experimento en el día es producto de mis decisiones y de mis acciones. Si todas mis desventuras son producto de mis actos, ¿por que sería diferente con lo bueno?
En las mañanas a veces abro las redes sociales, no siempre, pero a veces las abro. Lo único que me interesa son las cosas interesantes que pueda haber sobre ocultismo en los grupos a los que pertenezco. Y pocas veces encuentro nada. Hay demasiados puntos de vista obtusos; demasiados evangelizadores de dos pesos; demasiado odio. Sin duda ellos pondrían el grito en el cielo si llegaran a hacer proselitismo en sus grupos, pero ellos tienen la sagrada misión de reventar las pelotas a todo el que no cree lo que ellos.
Está mañana deje una hermosa blasfemia, jurando por su dios que no adoraría nunca a su dios, ni aunque tengan razón. Prefiero muchísimo el infierno a la compañía de esos pedantes. Y creo que ese es el problema: cada vez soporto menos a los pobres imbéciles convencidos que tocan a mi puerta pidiendo migajas de fe. Es la segunda vez que les pido, de manera amable, que no pasen.
Y sin embargo, aunque comprendamos estas cosas no podemos evitar nos afecten. Que nuestras mentes se vean abatidas por ideas perniciosas. Aunque sé la importancia de agradecer siento que los desprecio a todos. A veces los desprecio porque cada idea que comparto parece caer en la soledad del olvido; el ostracismo es el peor de los destinos para una mente creativa. Sentir que no resuenas con nada o que nadie resuena contigo. Y mientras tanto, los ciegos, los pensamientos mas burdos, los loros que repiten ideas antiquísimas sin cuestionar, sin buscar, dicen que saben la verdad. Una verdad dicha mil veces es más atendida que un deseo genuino.
Quizá por esta frustración estos días he estado siendo muy agresivo en mi actividad en linea.
Miento si digo que desprecio a las personas, solo desprecio profundamente sus ideas, ni siquiera porque las considere erradas, sino porque son producto de un resonador social que son incapaces de abandonar. Visten sus religiones y sus creencias arcaicas de ocultismo y traspasan sus verdades a nuevos ámbitos. Retuercen las palabras de los magos de antaño para que cuadren en sus fantasías rabiosas. Se dicen despiertos y luego me vomitan sus “verdades” con la premisa de que hemos de respetar sus ideas, sus opiniones. Te tratan con condescendencia y es cuando una cierta punzada de desprecio surge contra ellos. A fin de cuentas son inferiores en el terreno intelectual. Y ni siquiera porque no tengan la capacidad, tampoco es que yo sea especialmente inteligente, sino que se nota su nulo esfuerzo intelectual antes de escupir sus verdades dogmáticas. Retuercen los argumentos para que parezcan inteligentes ante otros perezosos; creen que con palabras lindas van despistarnos a todos.
Estos días desprecio profundamente a cualquiera de esos que sin duda exige respeto por sus propias creencias, sin respetar las mías… seguramente me equivoco mucho; igualito que ellos.
Y suspiro. Un suspiro largo. Una respuesta mordaz. Odio que le faltan al respeto a la capacidad intelectual de otros. Aunque a veces creo que yo sobreestimo a otros. Y me detengo a pensar un momento.
No soy especial. Se que la linda arrogancia que brilla en cada una de mis frases parece decir que soy mejor que cualquiera de esos perezosos intelectuales, pero no. No creo ser mejor. Creo que la arrogancia con la que escribo es un derecho que me he ganado con mi esfuerzo y mis ganas de entender el mundo y oponerme a él. Con cada libro leído y cada idea asimilada, sopesada y hasta con las ideas desechadas. Con cada trabajo mágico exitoso, pero también con cada pifia que me he mandado. Me he ganado esta arrogancia con cada día que me dedico a fortalecer mi espíritu. Y me la he otorgado yo. Y ese es el punto. Ninguno de ellos es incapaz de hacer los mismo que yo, visto por mi madre como un flojo, por algunos como un fracasado. Yo que tengo tantos defectos y problemas adheridos a mi personalidad he logrado entrar en esa esfera donde puedo ver la inferioridad de las ideas repetidas y admirar las ideas comprendidas, aunque no sean de mi agrado. Más de un mago blanco habrá que podría confirmar mis palabras.
Y suspiro. Estos días lo que mejor me queda es suspirar.
Me alejo de todo, me tomo un tiempo. Y los encuentro. Algunas pocas personas en las que lo que digo resuena, sin estar del todo de acuerdo. Les sirve, porque reafirma lo que ellos son o los hace desear y buscar más. Supongo que en cierto modo validan mi existencia digital. Pero no es eso lo que quiero. Si fuera eso lo que deseo mantendría una actividad mas coherente en mis redes y hace tiempo hubiera dejado de publicar memes en mi fallido muro de Facebook. Lo que busco es el desafío intelectual de encontrar a alguien que sea capaz de pensar por su cuenta, que pueda diferir en aspectos conmigo, pero que al final nos reconozcamos mutuamente. Y los he encontrado, pocos, pero los hallo, gracias a mí y a la guía de mis dioses.
Y me dedico a leer para alejarme de todo, reordenar mi mente. Trol me ha traído varios libros interesantes con ideas que no había considerado. Formas de pensar tan interesantes, tan distintas; algunas soberanamente despreciables. Y en una de estas me encuentro reflejado.
El desprecio por estas ideas no viene de la pereza intelectual. De hecho tienen varias ideas bastante interesantes que estimulan mi intelecto. Si no conociera de antemano su reputación podría perderme en la grandilocuencia de sus ideas. Si no tuviera firmes los preceptos de mi siniestro camino, me ganarían. De adolescente puede que hubiera caído en sus entelequias sin mucha resistencia. Ahora ciertas palabras despiertan mis alarmas internas.
Ciertas ideas de fraternidad que parecen disfrazar algo más oscuro. No oscuro como lo que exploramos en la negrura del mal metafísico, sino una grisácea maldad humana, salpimentada con tintes mesiánicos de locuras fascistas. En mi juventud me sentí atraído a la filosofía fascista, creo que simplemente como una especie de rebeldía; el racismo nunca acabo de cuajar en mí. Normal si pensamos que pertenezco a un país Latinoamericano, donde al menos el 70% de mis amistades son morenos y el orgullo de mi tierra no es blanco. Sin embargo, se reconocer la manera en la que las ideologías peligrosas se esconden bajo la premisa de que hay algo mas grande que uno mismo, que merece ser servido. Qué se joda todo eso. Si quisiera servir a alguien me quedaba con el cristianismo impuesto por la cultura. Ahora no encuentro en esta tierra ni en este universo nada mas digno que mi propia causa, ni siquiera la de mis dioses.
Y a pesar de que reniego de sus ideas me estoy convirtiendo en un ser similar. Despreciando la otredad, sumergido en mis odios internos. Odios sin un propósito. Porque soy lo que soy y el odio no me causa conflicto, pero odiar sin un sentido lo drena a uno. Se valen de este odio sin forma y mal dirigido ciertas escuelas que quieren control. Se valen de él los políticos de todos los espectros para que votes por ellos. Se vale de él el empresario paracito que te pide aplaudir las iniciativas para hacerse mas rico, igual y un día tu llegas a ser como él.
Y viene a mi mente la runa Uruz, para recordarme que el mundo no es como debiera ser, como creo que debiera ser; es como es y eso me da poder. Mientras ellos tiran hacia un lado que no me interesa y en el proceso crean energía que puedo aprovechar. Quiero ir demasiado rápido. Estoy en el camino del Dreng (el guerrero que tiene que seguir el flujo del universo con honor) y soy incapaz de imponerme en este momento. Estoy construyendo una base. En algún momento llegaré a ser ese Theng (noble) que pueda resonar en otros como yo, o simplemente en el mundo. Ya ni pensar en el lejano camino del Drengh (líder) que puede hacer su voluntad. Pero lo que hago me dirige a él.
Suspiro. Respiro hondo. Me doy espacio, tiempo, acepto la frustración. Y siento. Sobre todo siento el llamado de Freyja, que me invita a conocer el misterio del deseo. Y vuelvo a ser lo que quiero ser. Permanezco hasta que sea momento de seguir y mudar esta piel de serpiente. Permanezco aquí sin desviarme, porque el guerrero, como sea, se vuelve señor de sus propias emociones y no al revés. No he terminado ese primer paso. Sigo adelante.
Si resuena contigo esta experiencia o tienes algo que aportar eres bienvenido a hacerlo. Te recuerdo que soy Skoggangr y este espacio es producto de mi voluntad.
¡Rein Tyl Runa!